
“Champán, por
favor! Que han admitido a trámite la dación en pago!”. “Bueno, casi que mejor
que champan calimocho, que está bueno igualmente y hay crisis”. Señoras,
señores, señoras otra vez: este país parece que vuelve a tomar conciencia de su
existencia, de su condición y de su dignidad; que ya tocaba. Bendita crisis si
despierta conciencias y mueve a aquellos que actúan pasivamente en ese gran
teatro que muchos definen cómo economía. Y yo, en cambio, me siento sumido en
gran dilema ético e intelectual, pues celebro y celebro muchas veces las
acciones desde abajo, pero, no pudiendo renunciar a mis convicciones, debo
constatar en alguna parte que no me parece la panacea, o, mejor dicho, me
parece una panacea mordisqueada, de vaga definición. Repasemos brevemente la
más que agobiante y cansina historia de la burbuja: Política creditícia de los
bancos incompetente; hipotecas a mansalva, viviendas que suben de precio,
viviendas que suben más de precio, viviendas que vuelven a subir de precio,
gente que compra viviendas, suben de precio, las vende, gente que compra
viviendas para vivir en ellas (derecho garantizado por nuestra carta magna),
suben de precio; si pago genial, si no la vendo, cancelo la hipoteca y encima
tengo beneficio; el país entero en forma de grúa repleto de carteles de Núñez y
Navarro… Hasta que simplemente puff, se acabó, la burbuja petó. El dilema es el
siguiente: Si un simpático e hipotético banco me dejó, pongamos por caso, 100
mil euros para comprarme mi casa, pero al cabo de los años yo (no yo, sino mi
yo popular y ajeno) me he quedado en paro (junto con otros 5 millones de
personas), me vendo la casa, pero ahora con lo que me dan por ella cancelo sólo
una cuarta parte del crédito (por el puff antes descrito), le sigo debiendo 75
mil euros al banco. Si opto por simplemente no pagar esperando a que se olviden
de que existimos mi hipoteca y yo, vendrá un día la policía, me deshauciarán y
me quedaré en la calle. El banco tasará la casa y, ahora que ya no se estila
eso de que algunos honrados tasadores inflen el precio a comisión, me saldrán
75 mil euros todavía de deuda, pero sin nada que vender para conseguirlos. Este
fue el maravilloso modelo de país que fomentaron TODOS los gobiernos que
conocimos: Desde Felipe González (y pensar su lema de principios de los ochenta
de “OTAN no, bases fuera”), al leonés simpático que le salió rana a la
izquierda cuando todo empezó a ir mal pasando por el bigotudo de acento tejano.
Francamente, Rajoy es imbécil, pero llegó cuando las llamas ya habían causado
daños graves, y trajo unos cuantos bidones de gasolina para ayudar. Y bueno,
ahondando más, este fue el modelo al cual todos (un todos colectivo, no la suma
de todos los individuos, pues siempre hubo quienes desertaron) nos adaptamos
sin demasiado pesar, en ese momento en que los pobres y los sin techo seguían
existiendo, pero eran minoría y daban igual.