Después de vivir y trabajar en Dinamarca, en Copenhague me ofrecieron una experiencia en Brasil durante dos meses que no pude rechazar. Esta es mi historia y lo que necesitas saber para trabajar en Brasil.
La oportunidad de trabajar en Brasil surgió mientras aún vivía en Copenhague. A través de la universidad me hablaron sobre un proyecto de enseñanza en Brasil relacionado con el deporte. Enseñar y ayudar a niños brasileños de un instituto con pocos recursos a aprender en inglés las normas y disciplina de algunos deportes olímpicos para RIO 2016. Existía la posibilidad de trabajar en Sao Paulo, Rio de Janeiro o Belo Horizonte, a elegir. Fui a reunirme con responsables del proyecto en Copenhague y me realizaron dos entrevistas en inglés que superé y me llevaron a la última por Skype con los responsables de Brasil Belo Horizonte, que es la ciudad que finalmente elegí (por seguridad y porqué tenía y sigo teniendo buenos amigos en la ciudad). También pasé esa entrevista. Mi vuelo salía el 29 de julio desde Barcelona.
A mi llegada a la ciudad, después de un Barcelona - Lisboa - Belo Horizonte, mis primeras impresiones me hacían sentir víctima de un engaño social, ¿aquello era el famoso Brasil del que tanto hablaban? ¿el país puntero de Sudamérica que tanto estaba avanzando? Sinceramente, mi primer día y la semana entera, fueron un cúmulo de reacciones e impresiones totalmente nuevas e impactantes para mi. Perdóneme usted, pero me sobrepasaba la imagen de niños viviendo en la calle, y más que eso la gran indiferencia de los brasileños a esa situación, que no todos. Por suerte, yo no iba a dormir en la calle esa semana, mi host me esperaba en el centro de la ciudad para llevarme a casa, Theo, un chico de 29 años que combinaba su vida social con su trabajo en uno de los museos de Praça Liberdade, que por cierto, son todos gratis y muy recomendables.
Tuve una primera semana extraña y de adaptación que agradecí para lo que me esperaba en la escuela.
El primer día de escuela en el Instituto de Educaçao de Minas Gerais, IEMG (situado al lado del gran Parque Municipal), fue bastante relajado. Presentaciones con los profesores nativos, un poco de reconocimiento del terreno y muchas preguntas de los niños y niñas que se acercaban curiosos.
La primera semana fue mas o menos decente, había interés por hacer clase por parte de los alumnos, supongo por la novedad de tener unos profesores extranjeros. Cuando la moda pasó, fue empeorando. Nos esperábamos una educación de bajo nivel, pero no hasta el punto que hubo día en los que dabas solo clase a 8 alumnos, porqué al resto simplemente no le apetecía moverse. Hacía calor, pero creedme, no era excusa suficiente. El gobierno brasileño, tiene prohibido por ley suspender a los alumnos de las escuelas públicas en educación física, por lo que muchos se aprovechan y usan las horas de esa clase para su tiempo personal, sentarse a escuchar música o jugar a fútbol, no mucho más. El turno de mañana contaba con los alumnos de más edad, entre 12 y 18. Por las tardes, era mucho más agradable dar clase a los niños de 6 a 11 años, mucho más atentos, más dispuestos y con más ganas de aprender. Totalmente diferente.
La escasez de material con el que enseñar también era otro obstáculo añadido. Una pelota de voleibol para toda la escuela… unas 6 de fútbol sala y una de baloncesto que no estaba en buenas condiciones. Y decir, que la pelota de voleibol la compró uno de los profesores para que pudiéramos dar clase a los chicos, porqué sino no había ni balón. Se suponía era la mejor escuela pública de la ciudad y posiblemente del estado de Minas Gerais.
Con las semanas, supongo que por costumbre, se hizo más normal.
La experiencia, pese a todo, es muy recomendable. Conocer gente, culturas diferentes e idiomas. Aunque popularmente la cultura brasileña se considere parecida a las del sur de Europa, después de pasar dos meses viviendo allá, puedo asegurar que es falso. Muchos tópicos desaparecieron con mi visita, uno de ellos el de las brasileñas, que aunque adorables, no le quitan protagonismo a las españolas. También se habla de la mejoría y desarrollo de Brasil como potencia y liderazgo en Sudamérica, y personalmente creo que es un bulo bien extendido, si alguien ve desarrollo en ese país que me lo enseñe por favor.
El trabajo no me privó de visitar Rio (viaje obligados si visitas el país) y Ouro Preto, una de las ciudades más antiguas del país.
Aún no se si volveré pronto, pero dejé demasiadas personas especiales como para no volver.
Os dejo algunas imágenes.
Vistas de la desigualdad social existente en Brasil, separados por una calle riqueza y pobreza extrema. Al fondo, las pequeñas luces de las favelas se juntan con el atardecer. |
A mi llegada a la ciudad, después de un Barcelona - Lisboa - Belo Horizonte, mis primeras impresiones me hacían sentir víctima de un engaño social, ¿aquello era el famoso Brasil del que tanto hablaban? ¿el país puntero de Sudamérica que tanto estaba avanzando? Sinceramente, mi primer día y la semana entera, fueron un cúmulo de reacciones e impresiones totalmente nuevas e impactantes para mi. Perdóneme usted, pero me sobrepasaba la imagen de niños viviendo en la calle, y más que eso la gran indiferencia de los brasileños a esa situación, que no todos. Por suerte, yo no iba a dormir en la calle esa semana, mi host me esperaba en el centro de la ciudad para llevarme a casa, Theo, un chico de 29 años que combinaba su vida social con su trabajo en uno de los museos de Praça Liberdade, que por cierto, son todos gratis y muy recomendables.
Tuve una primera semana extraña y de adaptación que agradecí para lo que me esperaba en la escuela.
El primer día de escuela en el Instituto de Educaçao de Minas Gerais, IEMG (situado al lado del gran Parque Municipal), fue bastante relajado. Presentaciones con los profesores nativos, un poco de reconocimiento del terreno y muchas preguntas de los niños y niñas que se acercaban curiosos.
Foto del grupo que participábamos en el proyecto Driblando. |
La primera semana fue mas o menos decente, había interés por hacer clase por parte de los alumnos, supongo por la novedad de tener unos profesores extranjeros. Cuando la moda pasó, fue empeorando. Nos esperábamos una educación de bajo nivel, pero no hasta el punto que hubo día en los que dabas solo clase a 8 alumnos, porqué al resto simplemente no le apetecía moverse. Hacía calor, pero creedme, no era excusa suficiente. El gobierno brasileño, tiene prohibido por ley suspender a los alumnos de las escuelas públicas en educación física, por lo que muchos se aprovechan y usan las horas de esa clase para su tiempo personal, sentarse a escuchar música o jugar a fútbol, no mucho más. El turno de mañana contaba con los alumnos de más edad, entre 12 y 18. Por las tardes, era mucho más agradable dar clase a los niños de 6 a 11 años, mucho más atentos, más dispuestos y con más ganas de aprender. Totalmente diferente.
La escasez de material con el que enseñar también era otro obstáculo añadido. Una pelota de voleibol para toda la escuela… unas 6 de fútbol sala y una de baloncesto que no estaba en buenas condiciones. Y decir, que la pelota de voleibol la compró uno de los profesores para que pudiéramos dar clase a los chicos, porqué sino no había ni balón. Se suponía era la mejor escuela pública de la ciudad y posiblemente del estado de Minas Gerais.
Con las semanas, supongo que por costumbre, se hizo más normal.
La experiencia, pese a todo, es muy recomendable. Conocer gente, culturas diferentes e idiomas. Aunque popularmente la cultura brasileña se considere parecida a las del sur de Europa, después de pasar dos meses viviendo allá, puedo asegurar que es falso. Muchos tópicos desaparecieron con mi visita, uno de ellos el de las brasileñas, que aunque adorables, no le quitan protagonismo a las españolas. También se habla de la mejoría y desarrollo de Brasil como potencia y liderazgo en Sudamérica, y personalmente creo que es un bulo bien extendido, si alguien ve desarrollo en ese país que me lo enseñe por favor.
El trabajo no me privó de visitar Rio (viaje obligados si visitas el país) y Ouro Preto, una de las ciudades más antiguas del país.
Aún no se si volveré pronto, pero dejé demasiadas personas especiales como para no volver.
Os dejo algunas imágenes.
Una mañana de clases |
Playa de Ipanema, RIO. |